La situación en Cuba, marcada por desastres naturales, crisis económica y tensiones políticas, se ha vuelto cada vez más complicada, y las consecuencias para su economía son profundas. La gestión de Miguel Díaz-Canel, enfrentando una serie de eventos desafortunados, ha llevado a la población a cuestionar la estabilidad y viabilidad del modelo actual. La caída de un avión de Cubana, el accidente en un hotel de Centro Habana, y el éxodo masivo tras las protestas del 11 de julio de 2021 destacan un periodo en el que muchos consideran que la “revolución” ya no brinda soluciones.
En el contexto de la política estadounidense, la continuidad de las medidas restrictivas impuestas por Donald Trump y mantenidas en gran parte por la administración Biden implica que el acceso de Cuba a mercados y recursos internacionales sigue condicionado. Esta postura refleja la demanda de que el gobierno cubano implemente reformas democráticas, como elecciones libres y la permisibilidad de partidos políticos, algo que hasta ahora el gobierno cubano ha rechazado.
Si se confirma el hipotético nombramiento de Marco Rubio, un senador republicano de origen cubano y crítico acérrimo del gobierno cubano, como canciller de los Estados Unidos, la situación podría endurecerse aún más. Rubio ha abogado históricamente por una política de presión máxima hacia Cuba, y su influencia podría traducirse en una intensificación de las sanciones o en la imposición de nuevas restricciones, especialmente si se mantienen las condiciones internas actuales en la isla.
Para la economía cubana, que ya enfrenta una contracción en múltiples sectores (incluido el turismo, la salud y la energía), el endurecimiento de sanciones significaría una menor capacidad para obtener divisas y recursos del exterior. Esto afectaría los suministros básicos, los programas de salud y la infraestructura, especialmente en un contexto en el que los huracanes y el terremoto han dejado la isla con un mayor costo de reparación y escasos recursos.
La combinación de aislamiento económico y la crisis interna hace difícil ver una recuperación para la economía cubana en el corto plazo, a menos que se produzcan cambios significativos en su política interna o en sus relaciones internacionales.